¡Vamos a entrar en acción, a corregir un error, vamos a hacer justicia!
La abuela, preparando la vestimenta de ladrón, Hey, Arnold!
Llevo al menos dos semanas huyendo de escribir porque no se me ocurre nada. Lejos de no ocurrírseme nada, no quiero. No quiero porque 1) tengo una gran lista de pendientes (libros, películas, documentales); 2) me cuesta mucho más ahora que antes; 3) no tengo idea de qué escribir; 4) escribir no me da de comer; 5) me estoy cansando de saber qué pienso porque ya ni a mí me interesa. Creo.
Con la cada vez más palpable incapacidad de renunciar a mis placeres, escribiré mientras completo otro, un disco que compré hace ya un tiempo y no me había dado el tiempo de escuchar.
Hoy voy a escribir de lo que se me venga a la mente y lo primero que llegó fue Hey, Arnold! Sí, la caricatura de Nickelodeon, la del cabezón.
Hace unas semanas tuve una conversación que de un momento a otro terminó haciendo referencia a esa misma caricatura. Hace dos semanas también, la semana pasada, igual, hace unos días, lo mismo.
No daré más detalles más que los que ya seguro casi todos conocen: el protagonista es Arnold, un niño rubio con cabeza de balón de fútbol americano y huérfano de ambos padres. Vive con sus abuelos en una ciudad ficticia que combina características de Londres, Nueva York y San Francisco, su casa es una casa de huéspedes en la que viven personajes la mar de interesantes empezando por sus raíces. Los amigos de Arnold igual vienen de aquí y allá, asiáticos, afroamericanos, judíos, latinos.
La serie es la primera de Nickelodeon, creo, que manejaba un ambiente realista. Sin antropomorfismos o súper poderes o lo que fuera. Era así: un niño y sus amigos que van a la escuela y por las tardes pasan cosas comunes de maneras extraordinarias o cosas extraordinarias de maneras muy comunes. Por supuesto que siendo una caricatura las cosas no podían estar tan normales: su abuela está demente, cuando abre la puerta de su casa sale una manada de animales, su cuarto parecía del futuro, una criatura prehistórica vive en el lago del parque, hay fantasmas en su casa, uno de los inquilinos era una especie de espía y detalles semejantes.
La maravilla de la serie la ubico en dos cosas: una sana irreverencia, muchas veces gracias a la abuela; y un sentido de la rectitud muy cabrón, casi siempre gracias a Arnold. Combinados son justo lo que necesitamos: hacer las cosas como se debe sin pedir permiso, hacer bien no está mal.
Recuerdo un capítulo donde Arnold visita el acuario de la ciudad y la mayor atracción, Mandíbulas, una tortuga, vive en una situación deplorable. Junto a su abuela (que de hecho es quien lo alienta), roban a la tortuga, la atienden y la liberan.
Adjunto el link porque deben ver este capítulo: la abuela tiene momentos de lucidez fantástica donde sus frases son para grabarlas en bronce. El link aquí http://tu.tv/videos/oye-arnold-visita-al-acuario
En un capítulo donde por razones que no recuerdo los maestros de su escuela van a huelga, los niños que al principio eran felices sin clases comienzan a aburrirse, abogan por un acuerdo entre los directivos y los profesores y hacen ver la estupidez del conflicto, al no recibir respuesta, comienzan a estudiar por su cuenta y los adultos caen en la cuenta del error.
Las cosas no se resuelven solas y mucho menos quejándose. No hace falta mucho: darse cuenta de la mierda que vivimos, juntarnos y limpiarle el culo al mundo. No, no va a ser bonito, porque no somos una caricatura, pero sólo así va haber mejora.
Afortunada o desafortunadamente (para rendir homenaje a Schröndinger que hoy que escribo es su natalicio y también porque quizás es lo que necesitamos para empezar a hacer bien las cosas) nos encontramos en una situación en la que los encargados de velar por los intereses de la sociedad hacen todo lo contrario. La política, etimológicamente, se refiere al pueblo, pero les vale un pito. Mas no estamos para echar la culpa, también nosotros, pendejos o flojos o ambos, dejamos toda responsabilidad en otras manos. Etimológicamente, otra vez, ultrajamos el concepto.
Las cosas que son para todos, deberían hacerse entre todos y no es el caso. No sé si estamos más tirados a la mierda de lo permisible, pero si esa fuera la situación lo que nos queda es llamar a la abuela, robar a la tortuga y llevarla al mar. O se nos muere.
¿No se puede? Arnold es, creo, una caricatura fundamentalmente quijotesca, si no lo hubiera escrito Cervantes, lo habría dicho Arnold o la abuela: “Cambiar el mundo, amigo Sancho, que no es locura ni utopía, sino justicia.”